Diario no diario. «Lo justo es justo porque es justo»

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-El muchacho fue a enterrar su padre-.

Pues lo que es para uno, para uno debe ser. En su lugar se encontrará lo que no se hallaba. A su tiempo lo que fue a destiempo.

-Ese hombre que ves ahí se dice tu padre, al que todos llamaban «cabrón», y así es, es lo mínimo que podía ser llamado, él se forjó su nombre con empeño. No dio pena, ni por viejo ni por enfermo, ni por saberlo muerto. Solo lamentamos el oxígeno y alimento que consumió, que tanta falta le hizo a otro-.

(Pensamientos crueles: hasta las alimañas, bacterias y sanguijuelas, comen y tienen derecho a vivir…)

-¿Dónde está la compasión, la humanidad, el perdón?-.

A veces, seamos honestos, quisiéramos ver representada nuestra venganza, palpar cómo el dolor se revierte en él, tanto daño como hicieron sentir. La cuestión es que la única cosa que te queda es la justicia natural, que cada cosa se ponga en su sitio, con el tiempo, que el mal que haya hecho alguien, finalmente se compense en su propia infelicidad o amargura. Esperando eso del karma, y que la vida se compense de alguna manera.

-¡Que se muera solo!-.

(Más pensamientos crueles: muere con dolor y sin amor, ¡cabrón!…)

Y si se muere solo, se morirá y todo pasó, ni sabrá, ni padecerá, ni frío ni calor, ya no verá más la luz y tampoco habrá castigo, ni juicio final, ni que le lean «la cartilla».

Y un hombre va a morir, uno cruel, inconsciente, maltratador, una mala persona sin momentos buenos, uno que duerme y se despierta, se lava y viste, el que trabajó y procreó, se casó, separó y fue infiel, engañó, mintió, sufrió e hizo sufrir, construyó y destruyó, como tú, como todos hacemos en mayor o menor medida. Pero él es de lo peor, y me dan ganas de vomitar, …saber que es un ser humano, igual…

-¡Cuánta ironía!. ¿Dónde está mi compasión, mi humanidad, mi perdón?-.

(Mil pensamientos crueles: …ese gran hijo de puta, ¡que se muera ya!…)

Lo justo ha de ser justo porque es justo.

-¡Un pobre hombre!… lamentaremos su vida, no su muerte-.

Si perdonas no ignoras, tampoco vendría del rencor, la venganza seria este perdón, ya que lo justo seria injusto para los dos, si en ti se representara su reflejo vil. Serías un mal dañino igual que él, y eso, eso es lo que espera, pues no hay ser humano en «sus cabales», que no espere una reacción, un castigo por sus actos, él así lo quiere, y te espera en su juicio final.
Si con el perdón se encontrara, ahí acabaría su vida, y su existencia no tendría más sentido.
Correría desbocado como loco, detrás de ti, suplicando un porqué de este perdón en la forma más retorcida: suplicando amor, mirándote de frente y pidiendo: «¡dime que soy una mala persona!». Viendo cómo, todo lo que hizo, no ha cumplido su objetivo, tener su correspondencia, sufriendo su culpa, su sentencia.

-¿Perdón?, ¡pobre hombre viejo que no le quedan fuerzas ni inteligencia para dañar más!-.

¿Es justo?, ¿no es más lógico que cada cual cargue con su culpa, con la visión impresa en los muros de su hogar?, ¿es morir en soledad el mayor castigo?.

-No hay justicia. No es justo lo que es justo porque sea justo-.

(Mil millones de pensamientos crueles: ¡Ven a mí vengador enmascarado!, haz la marca de la «Z» en su frente, y que todos sepan que es un canalla…)

No soy un bondadoso dios que perdona, pero soy un ser humano que te olvida, que perdona al ser que fuiste porque no supiste ser mejor, perdono al yo que fui, por no irme antes de tu lado, por dejar que hicieras daño.

-¡Qué rápido se desvanecen las ganas de venganza y rencor!, si es a ti mismo a quien perdonas y al otro ignoras en su presente moribundo…-.

(Miles de cientos de millones de pensamientos crueles no fueron ya para mí. Ocuparon demasiado espacio y no me dejaban ver más, solo a ese pobre hombre que morirá y que no significa nada hoy, no consume alimento ni oxigeno…)

El muchacho perdonó a su padre, y éste murió en vida agonizante, solo. También se perdonó por consentir, por soportar, por no devolver en justicia lo que debía ser justo en cada momento.

El muchacho acompañó a que enterraran a su padre. Fue a la casa que habitó y observó la nada y el todo, de una vida que latió como la suya propia, sintió estar hecho de esa misma sangre, esa misma carne. De lo que jamás podría deshacerse.

Ese perdón, perdonó su esencia vital también.

Lo justo es ver cómo tus actos tienen una consecuencia, si son de amor, esperas amor, si son dañinos, esperas daño.

¿Y si lo esperado no fuera así?, ¿y si con daño correspondieran tu amor y con bondad tu daño?. ¿Quedarían deudas, penas por cumplir?, ¿y si no hay denuncia, ni hay delito, ni culpables o víctimas, ni juez?

Lo justo es justo porque es justo para ti. Haz lo que debas hacer, por ti, para ti. ¡Grita, denuncia, vete!

Los pensamientos crueles se desvanecen por supervivencia… Entierra ese ser que fuiste, y mira de frente el mundo que creaste a tu alrededor, aunque hayas cambiado, lo que hiciste será parte de tu mundo… y buscarás, incansablemente, que la vida ejerza su justicia hacia ti. No pudiendo soportar el perdón. Y no llegará tu pena o castigo, incluso tú lo olvidarás, y no habrá justicia, ni será justo lo justo porque debía ser justo.

Y no hay juicio final, se morirán también los dañados, y con ellos la crueldad.

Habrá una sombra, que será la tuya, que en una nueva oportunidad que te dieras, quizás puedas hacerlo mejor. Tu eliges, elige mejor.

(Cientos de miles de millones de pensamientos crueles, para todo aquel ser humano que ejerce su fuerza e impone su voluntad a otro ser. Para aquellos que violan o maltratan, bloquean la vida e impiden la libertad de otro ser humano, para éstos, no me queda más que pensamientos crueles, y no hacen daño más que a mí, ¿quién ejercerá justicia en lo justo, que justo ha de ser por ser justo?).

-El muchacho vio cómo enterraban a su padre y nadie más habló de él-.

Y así, lo que es para uno, para uno debe ser. En su lugar se encontrará lo que no se hallaba. A su tiempo lo que fue a destiempo.

Expresándome. «Parece ser o etiquetando»

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Me encanta masticar chicle, cuando veo a otros me parecen unos chulos. ¿Doy esa impresión?

-…me parecen, parezco…-

Hay quien aparenta estar siempre bien o fatalmente mal, los «comsí comsá», «tirandillo», «ahí vamos», «saliendo» o los de «me mantengo» o » no me quejo», están los cansados, tristes, deprimidos, eufóricos, chulos, valientes, atrevidos, osados, cobardes, despistados u olvidadizos. Los que procrastinan, los que sufren de desinhibición verbal, pesados, optimistas, pacíficos, guerreros, caballeros, románticos, desapegados, aletargados, impulsivos, agudos, resolutivos, compasivos o crueles. También los que parecen culturetas, los frikis, obstinados, fumados, adictivos, pasotas, listillos, atontaos, cohibidos, sarcásticos, tóxicos, alegres, ligones, pragmáticos, atolondrados, mezquinos o generosos, los que están «forraos» y los que «no tienen dónde caerse muertos», tenemos los pamplinas, fantasmones, poderosos, fracasados, perdedores, viejos, inmaduros, nobles, fieles o infieles, con títulos o sin papeles, tiranos, obsesivos, sortudos, traidores y colegas, genios, superdotados, buenos o malos, rumbosos, fiesteros, guarros, temerosos, organizados, caóticos, falsos, auténticos, gordos o canijos, simpáticos y empáticos, raros o del montón, líderes, borregos, débiles y fortachones, vencedores o vencidos, pesimistas, saludables, penosos, mañosos, torpes, vagos o currantes, ricos o pobres, y por parecer, sigue tú, que yo me cansé. En fin.

-…me parecen, parezco…-

A todos impone la riqueza y asusta la pobreza. Ambos estados ejercen un poder enorme en el «parecer» a los demás. La locura y la depresión, las esquivas o mantienes al margen, aunque un trastorno social está bien visto dependiendo en qué círculo te muevas. La enfermedad y el dolor ajeno nos produce compasión y extraño alivio al no ser nosotros quien lo padece. Un virus, una grave enfermedad o mal letal, hace sentir miedo, ¡horror, pavor, terror!

-…miedo…-

No queremos sufrir y el dolor ajeno es una realidad que no te toca, pero es algo posible, así que «crucemos los dedos», «toquemos madera».

-¿Cuánto tiempo debo pasar estando para llegar a ser y no parecer?-

-Si masticara chicle todo el día, ¿sería una chula?-

O volvemos la mirada a otro lado o lo afrontamos cara a cara. ¿El qué, la pobreza, la locura, el dolor?.

-…el miedo…-

¿Es el miedo la razón, el porqué de la etiqueta?, ¿cuál es el estado opuesto al miedo?, ¿la valentía, la paz interior?

En diferentes dosis y formas, es el miedo el que nos hace separar, etiquetar y diferenciarnos.

Ojalá el valor fuera un sentido intrínseco al ser humano. Una tendencia a estar seguro de sí mismo, sentir paz y confianza en lo que se es y se percibe en esencia.

Ofrecer sin ofender
Juzgar con bondad
Prometer con fidelidad
Jurar con lealtad
Opinar sin agredir
Criticar para aportar
Dar con equidad
Recibir con libertad
Pensar con subjetividad
Escuchar con objetividad
Compartir sin condiciones
Dirigir con humildad
Acoger con confianza
Ayudar sin prejuzgar

¿Cómo no temer a la pobreza, cuando asusta a todos?. ¿Y si te impone la riqueza?. ¿Son estados sociales o también lo son del alma?. ¿Condiciona en lo básico, como el amor propio, el valor o la dignidad, ser pobre o rico?

¿Y si no aparentaras ser rico o pobre a nadie?, ¿y si la sociedad te tratara de igual manera parecieras lo que parecieras?

-Ayer una persona me trató de una manera irrespetuosa, no comprendí su forma de mirarme y responderme a una pregunta. Estaba en el centro de salud y me equivoqué de puerta, así que consulté al despacho vecino, aprovechando que estaba abierta su puerta y ella, a solas. Su reacción estuvo fuera de tono, no era mi doctora, y lo repitió tres veces en menos de un minuto, y no me ayudó en absoluto. No sé si tenía miedo o estaba de mal humor, tuvo un mal día, es siempre así o le parecí algo que no entiendo aún-

Hoy, hubo quien me pareció pobre, pero quizás lo confundí con miedo. No sé, me pareció.

-…me parecen, parezco…-

~
Solo mirar sin temor a los ojos de otro ser,
es la pobreza un velo en la mirada, un mal de ojo,
el orgullo en retaguardia y la mano avanzada,
cobijo presto en confianza, te podrá ofrecer,
de iguales viene y humilde es el plato cojo,
cuán fiel es el juramento y leal el camarada.
~
Solo mirar sin temor a los ojos de otro ser,
es la riqueza un brillo en la cara, tener buen ojo,
digno comensal, no falta el vino ni las sobras,
juicio igual en apariencia podrás ofrecer,
torpes somos, si me caigo o caes, te cojo,
siendo fiel al juramento y leal a las palabras.
~

-Dejo de mascar chicle por un tiempo, no por no parecer una chula, es por las agujetas en las mandíbulas y porque trago aire, bueno, y si un día quiero ser chula, lo mismo lo soy y no tengo que masticar nada-.

Inventando. «Juicio a la culpa»

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Culpable se presentó buscando su suerte,

ni delito ni víctima habrían aún llegado.

No hay juez, testigos o prueba que alegue,

la razón de ser para el condenado.

Diga, ¿qué ocurrió?

¡Soy culpable!

Delito no tenía forma definida,

aplicado se presentó el cuerpo dañado.

Sin prueba física, vino la víctima vestida,

el castigo injusto censuraba  el letrado.

Diga, ¿qué le ocurrió?

¡Soy víctima!

El perdón fue dado pero no aceptado por él,

rechazó que su conciencia liberara el alegre redentor.

Dar la pena al doliente era el fallo más cruel,

pues si hay castigo, hay delito, víctima y malhechor.

Diga, ¿cuál fue el delito?

¡Su conciencia!

Sin pena quedaría el delincuente,

que gritaba su pecado a la furia del viento.

Ante el silencio del deponente,

no hubo más que rendirse al absuelto.

Diga, ¿cuál será la pena?

¡Su libertad!

Inventando. «Oda al jorobado»

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Andaba el jorobado con una gran carga a sus espaldas, sus huellas en la tierra eran tan profundas que se formaban charcos con la lluvia.

Pasaba el tiempo y por cada paso que daba se hundía más en el fango; yo me senté, expectante, a observar a dónde iría.

Llegó un día en el que el jorobado ya no conseguía levantar un pié del suelo, paralizado, sucumbió a la insoportable carga.

Quise ayudarle pero me había quedado sin fuerzas, perdiendo la noción del tiempo, envejecí.

El jorobado dejó caer su joroba, me miró sonriendo y salió levitando en un vuelo vertical.

«¡Espera!, ¿a dónde vas?», grité.

Fue lo último que hice y caí en las profundas huellas que dejó; su carga abandonada me cubrió volviendo a allanarse el camino.

Nadie supo que yo yacía allí, pero pude escuchar las leyendas sobre un hombre que cargó con la culpa y el castigo liberando a todos de ese pesar.

Desde entonces, cada ser pudo elegir poder equivocarse, volver a intentarlo y tuvo el derecho a no ser juzgado.