Desde los primeros días de vida reaccionamos, interaccionamos con el exterior, con otro ser humano. No hay nada comparable a la imagen de un bebé que nos coge el dedo, y lo agarra y parece que nos sonríe con un gesto de complicidad que nos revuelve el alma, así, y volvemos a repetirlo, esperando a ver qué hace.
Y no hay un porqué reírse.
Vamos creciendo y estas formas van enriqueciéndose, ampliándose, expandiéndose con otros seres humanos. Ya no es que alguien agarre tu dedo y sonría, después es un dar y recibir constantes, esperando una reacción y volver a accionar esta cadena de continua y compleja simbiosis. Creando vínculos necesarios para asegurarnos la protección, durante la infancia, y después, pues aprendemos a ser así, seres que buscamos la aprobación, el premio, la satisfacción, la reacción a un movimiento, creación o emoción de vuelta. ¡Ser correspondidos! Quizás para sabernos vivos, para insistir en nuestra existencia, asegurarnos un lugar en las personas y los lugares. Vinculándonos unos con otros.
Y me pregunto si es necesaria esta comunicación, de esta manera… que comienza de esa forma tan simple, como agarrarse al dedo de mamá o papá.
¿Será amor?
Entonces, pienso, ¿no bastaría que se miraran y cada uno pensara: «te quiero, te quiero, te quiero»?, pues no, resulta que de nada serviría pensarlo, sentirlo y no ejercer ninguna acción física. Lo que más reconforta y sirve al ser humano, es justo esa reacción. Así de simple comienza nuestra forma de relacionarnos con el mundo, reconociendo que otro nos percibe, esperando la afirmación de que estamos ahí y alguien reacciona a nuestra existencia.
Así es este gran sentimiento del amor, algo que nos trae de cabeza, que se complica y genera tantos laberintos emocionales. Desamores, desalientos, desgarros, dolores o desazones, fracasos o triunfos, premios o castigos, ilusión, pasión, delirio, grandeza, locura, sueños y maravillas inimaginables.
Será amor.
Haz el amor, hazlo como quieras, expresa, toca, muévete, besa, ríe, coge, empuja, discute, grita o tiembla, toca, canta, cocina, corre, mira, construye, escribe… pues todo lo que hagas lo haces por una reacción.
Por amor.
De nada sirve un «te quiero» que no se expresa en acción, que queda en el sentimiento del amor, si no existe una acción y reacción.
Y si queda alguna duda, si, cuando un bebé se ríe al interaccionar contigo, te conozca o no, lo que hace es enamorarte, de una forma instintiva, es la única manera que tiene para sobrevivir.
Es lo que perseguimos durante toda nuestra existencia, así de sencillo y claro, se llama amor. También lo puedes llamar comunicación, pero su fin es ese.
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