Diario no diario. «Amor y odio entre libertad y confianza»

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¿Confías en quien te quita o da libertad?

¿Confías en quien se siente libre?

¿Da libertad tener confianza?

¿Da confianza sentir libertad?

¿Se puede ser libre sin confianza?

La libertad es un estado expresado en acción. Otorgarse y dar a otros el derecho a hacer y ejercer según su pensamiento y voluntad, sin ser coaccionados.

La confianza es un estado de fe, que da energía motora a lo que se hace. Es un sentimiento de seguridad y propósito firme sobre lo que somos, pensamos, nuestras creencias y deseos.

¿Podemos hacer libremente algo pero no tener confianza en que el resultado sea el deseado?

¿Podemos tener una confianza absoluta en algo que sabemos no poder llevar a cabo por ser o estar coaccionados?

Existe una relación de amor y odio entre estos dos estados, pues a veces la confianza plena en nuestras capacidades nos aporta la libertad de ejecución y poder realizar lo deseado, sea cual sea el resultado. Pero sin confianza en lo que hacemos, ni en nosotros o en los demás, estamos provocando una oposición a la libertad de acción.

Como casi todo, la perfecta conjugación de ambas es la clave para que surja la mejor comunicación en las relaciones con los demás y el entorno, ya que tanto una como otra, están rozando el mutuo respeto, dependen de ingredientes adicionales y trabajar la conciencia de uno mismo, la comprensión, humildad, generosidad, compasión, tolerancia, amor propio, … Y caminando en sutiles diferencias, llevan al mismo lugar: ser tú y ser consciente de la existencia de todo lo demás.

La libertad no otorga poder de invadir la de otros, sino tener conciencia de ti mismo, como la confianza no da el poder de abuso, sino fe en ti y en los demás.

La libertad necesita de la confianza en nosotros y en el entorno. No se puede tener libertad sin confianza y no se puede confiar sin sentir libertad.

Inventando. «El miedo infundado»

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¡Uuuu! ¡uuuu!… se oía aullar al lobo.

La muchacha miraba el horizonte montañoso, una neblina espesa cubría el bosque y le hacía temblar de duda y desconcierto.

¡Uuuu! ¡uuuu!… se oía aullar al lobo.

Muy lejos de aquel paisaje, ese sonido le perseguía y amenazaba, como la afilada espada del valiente samurái.

¡Uuuu! ¡uuuu!… se oía aullar al lobo.

La muchacha vivía entre bellezas y alegrías, en cálido hogar arropada, sobre asfalto paseaba con su amor de la mano, pero no podía ser feliz del todo,

¡Uuuu! ¡uuuu!… se oía aullar al lobo.

Al caer en el ensueño, la muchacha imaginaba al feroz animal corriendo hambriento hacia la frontera del bosque buscando su blanda carne para morder.

¡Uuuu! ¡uuuu!… se oía aullar al lobo.

Mientras, y ajeno a los sueños del hombre, aullaba el lobo a la noche, apresaba pequeños manjares, se acomodaba, solitario, en la cueva entre las rocas montañosas.

¡Uuuu! ¡uuuu!… se oía aullar al lobo.

~El miedo~

A veces debemos aceptar nuestros miedos como una parte de nuestro ser, sabernos conscientes de aquello que pueda amenazar la felicidad, confiando sin más y no estando alertas , pues nuestro instinto nos llama a la experiencia de lo vivido y siempre habrá un aullar o un íncubo acechante. Comprendiendo el temor como algo intrínseco a lo natural, dejará de perseguirnos para saber que no vive éste deseoso de devorarnos.

¡Uuuu! ¡uuuu!… se oía aullar al lobo, inconsciente de ti, de mí.

La muchacha dejaba de oír a la bestia, comía, sonreía, paseaba, amaba y vivía, sabiendo que ahí estaban sus miedos, y que el aullar no tenia que ver con ella.

¡Uuuu! ¡uuuu!… se le oía aullar, con el estómago satisfecho, al claro de luna, desde su garganta salvaje e inexorable forma de ser, un lobo.

Inventando. «Confianza»

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Confío, no dudo.

Aguanto la respiración.

No confío y dudo de todo.

Me late a mil el corazón.

Anoche no podía dormir, sentía que se me salía el pecho.

Con los dedos en el cuello intentaba tranquilizar el pulso.

Tú: ¡Ven, agárrrate a mi mano!

Yo: ¡No puedo, me falta la respiración, me estoy ahogando!

Tú: No hay agua donde te puedas hundir.

Yo: Si que hay, está dentro de mí.

Tú: Llora y saldrá toda, ¡confía!

Yo: Te asustarás.

Tú: No me asustaré, te sugetaré para que no te hundas.

Yo: (Lloró durante una semana, dejó de oir, de ver, de sentir su mano. Aún así confió y se dejó llevar)

Tú: (Continuó aferrado y esperó paciente, vigilante)

Yo: (Dejó de llorar y se encontró flotando boca arriba con el latir tranquilo)

Tú: (A su lado flotaban, asidos de la mano)

Yo: ¿Qué paso?

Tú: Confiaste.

Yo: No me hundí, no me ahogué.

Tú: Confié en ti.