Mi padre siempre decía: «Los hijos son como de barro y se pueden modelar». (Algo así).
No es que sea algo que se destaque de una manera particular en estos momentos de mi vida, es evidente que desde que nacemos somos susceptibles en carácter y personalidad, al entorno. Pero, en los últimos tiempos, en los que ya soy bastante más que adulta y vivo esa edad en la que comienzo a plantearme qué, quién, cómo soy y a dónde me lleva esto que hago, (-Perdón, quiero cambiar de profesión, ¿se puede?-), he llegado a un punto en el que es inevitable observar a los demás con más atención y analizar el porqué soy más feliz o infeliz, más o menos adulta o madura que otras personas. También observo cómo gestionamos, las parejas, familias o conocidos, las relaciones, cómo se sienten y qué nivel de satisfacción personal tienen, tenemos, en referencia al entorno laboral, amistoso y familiar.
-No conozco muchas personas felices, casi todos se sienten solos, aún cuando no lo están, porque no quieren estar ahí-.
-¿Yo?-.
-No, tú me tienes a mí, y sé que te gusta estar aquí-.
-A veces si y otras no tanto, pero hay tiempo en el día para todo-.
Relacionándome con las mismas personas y conociendo nuevas, cambiando de residencia, países y ciudades, observo que, lo realmente importante, es el entorno, a lo que defino como «el espejo».
Aquello de lo que nos rodeamos y llena nuestros días, tanto las cosas en casa, las personas que elegimos para convivir, los amigos con los que compartimos penas o alegrías, los lugares a donde vamos a comprar o comer, el paisaje tanto urbano como natural al que nos acercamos o visitamos y hasta el clima o lo que nos alimenta diariamente.
-Si la persona que me vende los tomates me cae bien, yo seguiré comprando allí-.
-Pues el otro día entramos en otra frutería-.
-Es que también me gusta esa otra-.
Lo que vemos y a quien miramos, es un reflejo de nuestra existencia. La imagen que nos devuelve este espejo es la referencia de nuestro aspecto físico, es la que ven los otros. (Me horroriza saber o pensar esto).
Somos muy críticos con los demás, es fácil, y es más, podemos ver con claridad soluciones desde fuera, cuando después sea muy difícil aplicarnos el cuento. Si de algo nos sirve, lo que vemos y cómo lo hacen otros, es para poder cambiar la propia actitud y darnos cuenta de lo que no nos gusta de lo que hacemos y pensamos, sean valores, comportamientos o incluso, el aspecto y el lenguaje que empleamos.
Si me encuentro delante de ti, inmediatamente aceptaré que tus gestos u opiniones son un reflejo de mí. Por esto, intentamos por todos los medios debatir y discutir hasta confirmar las diferencias entre ambos, a las malas, hasta buscaremos documentos que lo verifiquen. Otras veces ocurre esa simpatía que reafirma el qué y el cómo pensamos, que somos parecidos, ahí, nos sentimos cómodos y provocamos nuevos momentos de estar con esta persona, en ese lugar. Otras veces, nos atrae lo desconocido, aquello que nada tiene que ver, pero que en realidad si, pues es tu curiosa esencia de probar y ser un yo diferente.
-No sé-.
-Deja que siga pensando-.
Buscamos lo que hable de nosotros, símbolos que se acerquen al bestiario mental, del concepto que más se acerca a definirnos, o al menos, a lo que pretendemos llegar a ser.
Es muy importante el hogar, trabajo, amistades y gente que conforme nuestra vida, tanto emocional como activa.
Como semillas en un terreno apropiado, con los elementos y nutrientes que colaborarán, en su justa medida, a hacernos crecer en condiciones favorables. Sacando lo mejor de nosotros. Pues ese es el fin, ser mejores seres humanos.
En ocasiones la lucha por ser y hacer, se convierte en una guerra que puede llegar a los limites de las fuerzas, de lo impensable o sobrehumano, ese nomadismo que nos impulsa a ir allá donde podemos ser, estar y vivir, pudiendo experimentar, en su plenitud, lo que creemos tener escrito en nuestro destino que debemos hacer… ser.
En un documental que vi hace unos años, sobre cómo se desarrolla el cerebro de un niño, «The baby human», decía algo así: «…los niños se comportan como científicos en un laboratorio, experimentan, prueban…»
Creo que somos siempre así, no solo en la infancia, seguimos siendo científicos, probando, mezclando, creando complejas fórmulas y alquimias en las relaciones, poniéndonos al límite.
Si, soy adulta y lo que más deseo es ser madura, un adulto que cada día sea más sabio, más compenetrado con la naturaleza y mi propia existencia. Sigo sintiéndome lejos de ser una mujer al uso, me refiero a los estereotipos, no a lo más intrínseco, tengo fisionomía y sexo femenino, (aún mis ciclos me lo recuerdan), pero con respecto a mi comportamiento sexual ante un varón nunca ha sido muy normal. No me he matado por buscar una pareja, ni un novio, (éste no lo he tenido jamás tal y como se entiende). No he sido madre, aunque lo intenté con un par de compañeros más o menos estables, pero el sentido de la paternidad no estaba muy desarrollado en ellos, por lo que, aunque estuviera entre mis prioridades, el hecho es, que si hoy en día no soy madre, es porque no era tan primordial. En fin, ya no lo seré nunca (aunque el «siempre» se enamore del «nunca», en la teoría circular).
Hay muchas cosas que ya no seré y puedo apostar por muchos lugares a los que no iré, así como personas a las que no volveré a encontrar jamás.
Soy una persona y es suficiente, y me la pela que nadie quiera (o haya querido) procrear conmigo, esto solo me hace sentir algo de soledad (superado el tema de mi instinto más animal), sobretodo mirando hacia el futuro (que ya es presente, es curioso cómo se acercan estos presente-futuro, a cierta edad). Es como si a pesar de la cantidad de seres humanos que coexistimos, me fuera a quedar más sola que la una, por no tener descendencia o compañero vital.
¿Cómo es posible (pienso mucho en ello), que de tantos cientos de millones de personas que hay en el mundo, una persona deba estar sola y sentir soledad?
…espejos…
-¿Sabes?, me compré un espejo, alto como yo, lo he colocado frente a la entrada, para ver mi reflejo, para saberme acompañada. Puedo tener una mascota, aunque esquejar y hacer mini jardines es muy buena compañía también-.
-¿No te da miedo ver tu reflejo completo al entrar en la casa?-.
-Es al fin y al cabo el reflejo de un ser humano. ¿Sabes?, otra de las certezas que tengo es que no podré ser nunca feliz-.
-Todos tienen derecho a ser felices-.
-Si, lo sé, hasta el ser más cabrón de los cabrones-.
Y es a causa de este «espejo» exterior, el de la realidad del presente, lo que ocurre, hacen otros, lo que veo y oigo cada día. Estas personas con las que interactúo directa o indirectamente, son el referente de mi, como la imagen que refleja el espejo. Eso me horroriza.
-Por esto me he comprado uno, para poder seguir identificando esa cierta esencia que es solo «de mi a mi», lo que hago, digo, hice y pienso, es lo que hay, busco comprenderlo en mi propia existencia-.
-¿No puedes ser feliz?-.
-¿A caso tú si?-.
-A veces, a ratos-.
– Lo mismo yo-.
-No puedo desvincularme de lo que soy ante el reflejo del mundo, tan difícil, tan doloroso, cruel, iracundo, envidioso, deshonesto, torturador,… pero después me presento ante el espejo, me miro y solo estoy yo, depende solo de mí, mi ser, pero el mundo no depende de mí. Pasa lo mismo cuando miro las nubes pasar o me ensimismo en el vaivén de las olas del mar, esto no depende de mí, está y es, a pesar se mi existencia-.
– Resta hacer lo mejor que se pueda con lo que tenemos al alcance-.
-El cincuenta por ciento de cómo vivimos, padecemos o disfrutamos la vida depende de cómo nos tomamos las cosas que nos ocurren (lo leí una vez por ahí). Aquí el carácter, juega un papel crucial, y depende de muchos factores durante el desarrollo, pero la columna vertebral de muestra personalidad se puede cambiar, la actitud será el motor-.
-Si, estoy de acuerdo-.
-Sonrío a pesar del sufrimiento del mundo, también lo lloro, pero no puedo hacerlo eternamente, ya que ante mi espejo, solo estoy yo-.
-Te refieres a que estamos hechos todos de lo mismo y que estamos vinculados de alguna manera, que por esto lloras o ríes a veces sin saber por qué, como si una parte del mundo existiera a la vez en ti-.
-No sé, puede que no todos tengamos los mismos ingredientes, unas lentejas no se hacen con lo mismo que una paella-.
-¿Me comparas con una legumbre?-.
-Bueno, a veces se me hace difícil pensar que estoy ante una persona hecha de lo mismo que yo y sea tan diferente a la vez… A la lenteja creo que le da un poco igual lo que le ocurra a un tomate. Solo que para comprender mejor el porqué hacemos lo que hacemos, me pongo en situaciones diversas, ¿comprendes?-.
-Más o menos,. Puede que no te comprenda del todo. ¿Sabes?, tú no estás sola, estoy yo-.
-Si, lo sé-.
(Apago la luz, ya no hay reflejo ninguno en el espejo.
Silencio. Ya callas.
Me guío con las manos hasta tocar el pomo del dormitorio, me desnudo a oscuras y me meto en la cama. Ahí también estoy solo yo. Me quedan los sueños. No siento soledad, ¿cómo podría?, todo está en mi esencia, yo soy y contengo, lo mismo que tú, lo único que nos diferencia es el qué y como hacemos, más aún cuando estoy frente a ti).
-A veces me asusto de mi propio reflejo, sobretodo cuando pienso que, éste, depende de mí-.
Comentarios recientes