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Uno que me inventé,
otro que se te olvidó
canté sin el compás
y mañana se lo creyó.
Los dos que te enseñé,
se lo traigo a los demás,
pagamos sin ver bailar
y nunca dijimos adiós.
Tres cuentos esbocé,
llamaron y dije: «¡voy!»,
un final para embalar,
y principitos de primera.
Cuéntamelo otra vez,
con el mismo final hoy,
para poderlo recordar
con el erase que se era.
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